lunes, 5 de noviembre de 2018

LAS OBRAS DEL SÁNCHEZ-PIZJUÁN (Y 7ª PARTE)

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Viene de aquí.

El 24 de abril de 1975 se celebra asamblea general del club entre cuyos puntos del orden del día se encuentra la solicitud de un crédito a la Delegación Nacional de Deportes para ayudar a terminar el estadio. Se trata de la primera vez, 18 años después del inicio de las obras, que se pide colaboración a las autoridades deportivas, eso sí, en forma de préstamo, nada de subvenciones no reintegrables.

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Finalmente, el 19 de octubre de ese mismo año, se confirma la noticia de la obtención de un préstamo:

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Los más curiosos lectores del suelto anterior se habrán percatado de que el Sevilla F.C. no fue el único destinatario de préstamos para su estadio, días antes, por la Palmera, había pasado esto:

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Un primer desembolso de 24.600.000 pesetas, más el resto, hasta 50.000.000 pesetas, en el mes de enero siguiente, con lo que la Delegación Nacional de Deportes atendía, en apenas tres meses, el 100% de los fondos solicitados por el Real Betis Balompié.

Al Sevilla F.C. sin embargo no le fueron concedidos los ciento veinte millones largos que solicitaba, sino algo menos de 2/3 de su petición, quedándose muy lejos de cubrir las necesidades del edificio:

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Para relativizar la cifra, nada como saber lo que podía representar tal ayuda sobre el valor total aproximado del inmueble sevillista en aquellos tiempos:

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500 millones de pesetas por el edificio, más añádanle otro tanto por el suelo, 1.000.000.000 pesetas. El “dadivoso” préstamo de la DND representaba aproximadamente un 7,78% del valor del conjunto. Y para colmo, el dinero no llegaba de una sola vez, ni en tres meses, como a su vecino, sino en tres tramos y en tres años: 5 millones en 1975; 20 millones en 1976; y 52.870.000 pesetas en 1977.

Así explicaba las cosas en una entrevista de ABC del 24 de octubre de 1975 el propio Eugenio Montes:

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Sólo contábamos con aquellas aportaciones voluntarias iniciales y el gesto inolvidable de Gabriel Rojas …”

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Y continuaba desmenuzando el préstamo,

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“Los setenta y siete millones y pico de pesetas que ha concedido la DND son un respiro …” pues efectivamente se necesitaba el doble, como así se solicitó, y fue desgraciadamente rechazado. Un parche al fin y a la postre, muy lejos de ser la solución definitiva. Sabiendo además que como tal préstamo, el club tenía la obligación de devolverlo pesando sobre su pasivo.

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La afición de a pie había puesto de su bolsillo 38.000.000 pesetas, una auténtica barbaridad, desglosados de la siguiente manera:

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Con aquello de la voluntariedad y la ‘fila cero’ se lograron diez millones; con la reforma de estatutos y reclamo –forzoso-voluntario-, catorce. La caja del club se exprimió de forma que hizo frente a ocho. Treinta y tantos ‘kilos’ ya pagados …”

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Tras el cierre del estadio, no se producirán más novedades relevantes respecto a obras en el mismo hasta el advenimiento del Mundial 82. El Sánchez Pizjuán tenía previsto recibir una inversión de 400 millones de pesetas.

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Como puede observarse, 260 millones serían un préstamo, evidentemente reintegrable a cargo del club. El resto, 140 millones de pesetas, era una parte de la subvención general que el Estado dedicó al Mundial 82 como evento. No se trataba de una ayuda al Sevilla F.C., sino de una acción gubernamental de fomento del Campeonato Mundial de fútbol. Finalmente, el Sevilla F.C. sólo recibió un préstamo de 218 millones de pesetas, 185 millones con retraso, correspondientes a los años 1980 y 81, y 33 millones en 1982.

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Como es sabido, toda la financiación relativa al Mundial 82 supuso una auténtica ruina para muchos clubs, que sumada a la deuda acumulada por sus propias ineficiencias, alcanzaría dimensiones escandalosas, al punto de obligar al Estado a intervenir con la famosa Ley del Deporte que originó la conversión de la mayoría de clubs en sociedades anónimas deportivas. Si echamos un vistazo a las cifras de los préstamos concedidos club por club, podemos hacernos una idea del porqué de las cosas.

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Como dato objetivo, es curioso observar que la ayuda al Sevilla F.C., por ejemplo, fue inferior en 311 millones de pesetas a la concedida al Real Madrid. O que al Real Betis Balompié le enchufaron 190 millones de pesetas más que al propio Sevilla, siendo el Villamarín un estadio con menor aforo entonces y disputándose en él únicamente dos partidos de la fase previa, mientras que en el Sánchez-Pizjuán, además del Brasil-URSS inicial, se jugó la inolvidable semifinal Francia-Alemania.

En 1992, mediante la suscripción de la totalidad del capital social de la conversión en SAD, el Sevilla F.C. acabó asumiendo y saldando toda esta deuda. De esta forma, el club y su masa social, desde el mismo inicio de las obras, hasta su total culminación, han sido quienes han sufragado en su totalidad, sin ayuda de ningún tipo, las actuaciones realizadas en el terreno o solar, y en el edificio del Ramón Sánchez-Pizjuán. Otros clubs con estadios públicos arrendados o regalados, subvenciones mil y trampas en la conversión a SAD, no pueden decir lo mismo, y han venido compitiendo, y lo siguen haciendo, tirando de golfadas como la ley concursal, el dopaje institucional, la apropiación de patrimonio público o el uso de influencias políticas en las cloacas de la sociedad.Estos artificios, y no la mitificada fidelidad de su masa social, esquiva siempre a la hora de poner pasta, son los que los han mantenido con vida.

Al Sevilla, sólo al Sevilla, y a nadie más en toda Andalucía, le cabe el orgullo de campeonar en España y en Europa siendo independiente económica e institucionalmente, sin enchufismos, sin parasitar de lo público, como hacen otros. Contra corriente, pese a quien pese. Asusta, de sólo pensarlo. Así que sevillistas, grábense a fuego estas palabras:

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“En la magna empresa el Sevilla hubo de sacrificarse de forma drástica. No encontró ningún apoyo público o corporativo … Echó sobre sus espaldas una abrumadora carga financiera, contando tan sólo con el esfuerzo de sus adictos, con la colaboración de sus seguidores …”

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domingo, 28 de octubre de 2018

LAS OBRAS DEL SÁNCHEZ-PIZJUÁN (6ª PARTE)

Viene de aquí.

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No será hasta la llegada a la presidencia de Eugenio Montes Cabeza cuando se retome en serio el proyecto de rematar el estadio. De todos es sabido el enorme esfuerzo de colaboración nuevamente del sevillismo, con las famosas contribuciones populares de la fila cero, así como la de otros notables sevillistas con más capacidad económica, destacando sobre todos ellos la implicación decisiva y aportaciones pecuniarias de Gabriel Rojas Fernández.

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También fueron muy notables e importantes las donaciones de obligaciones por parte de los obligacionistas sevillistas, renunciando a la recuperación de su empréstito e intereses, con el consiguiente alivio económico para la entidad:

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Lo que es menos conocido, aunque seguramente sorprenda a pocos, son las nuevas trabas institucionales encontradas.

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“… solicita de la Alcaldía la inmediata paralización de las obras que se realizan para la terminación del estadio ‘Ramón Sánchez Pizjuán …”

“… si bien el Ayuntamiento sevillano concedió en su día el oportuno permiso, éste ya caducó durante el tiempo en que ha estado suspendida la construcción del estadio sevillista.”

“… los propietarios del ‘Sánchez Pizjuán’ tendrían que solicitar nueva licencia de obras del Ayuntamiento; licencia que habrá de tramitarse también con el Visto Bueno del Colegio de Arquitectos y el consiguiente pago de las tasas que correspondan.”

¿Recuerdan cuando les hablamos de los arbitrios supuestamente exonerados por la licencia de obras del estadio? Lean, y pongan en su sitio las cosas:

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“En su momento, el club pidió y logró una licencia de obras. Cuando éstas se paralizaron –el club estuvo al borde de una auténtica hecatombe financiera- todo quedó tal como estaba, en la espera de tiempos mejores …

Cuando el Sevilla trata de agitar a su masa seguidora para que a través de las entregas de sus adictos por ‘fila cero’ encontrar mejor cooperación, el Colegio de Arquitectos reclama ‘las tasas correspondientes’, o sea, una nueva percepción de derechos sobre una nueva licencia de obras.”

Del texto de la noticia se deduce que, pese a la supuesta exoneración de arbitrios, hubo pago de tasas con la concesión inicial de la licencia de obras y que, ahora además, se le exigía al club volver a pagar por reactivar su licencia. Nos parece perfecto que se cumpla la legalidad, faltaría más, pero ¡Menuda ayuda! Suma y sigue Ayuntamiento.

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miércoles, 24 de octubre de 2018

LAS OBRAS DEL SÁNCHEZ-PIZJUÁN (5ª PARTE)

Viene de aquí.

En 1966, tres años después de la recalificación municipal de los terrenos aledaños al estadio de zona edificable a zona verde, y tras fracasar los intentos de reconducir de manera directa (revisión del PGOU) o indirecta (permuta por otros terrenos edificables) la situación, la crisis por la deuda del estadio llevó a la entidad a lo que parecía un punto sin retorno, un momento de máxima precariedad. Así lo cuenta Enrique Vidal, en su biografía dedicada a Enrique Lora:

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              “Se consiguieron numerosas y notables aportaciones económicas de los presentes …”

A grandes males, grandes soluciones. Esto parecía predicar un sector importante del sevillismo. Y esa gran solución, auténtico run run de la calle, era nada más y nada menos que … la venta del estadio. La razón era bien sencilla. El Ayuntamiento había torpedeado la solución más fácil, que hubiera sido la venta de la explanada de preferencia, sin afectar al inmueble ni el solar del campo de fútbol, pero al convertir lo que era suelo urbanizable en no urbanizable, esta venta carecía de utilidad. La única verdaderamente golosa era la transferencia del estadio –suelo y vuelo- al completo.

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El Sevilla posee un activo –su patrimonio, su seguridad- muy respetable. Ha sido el que ha permitido su persistencia. Con una economía extenuada, con unos agobios obsesionantes. El club decano posee terrenos que hoy valen una fortuna

Se vende el estadio y terrenos colindantes…’ ‘Cuatrocientos millones de pesetas …’ ‘Un estadio nuevo y doscientos kilos …”

Aquello lo impidió a última hora José Ramón Cisneros Palacios, al alcanzar un acuerdo de resolución del contrato con Peninsular de Construcciones, devolviendo los 16 millones de pesetas cobrados a cuenta más los intereses, y recuperando los terrenos aledaños al Gol Norte vendidos, para volverlos a transmitir ahora, otra vez, en mejores condiciones, a una nueva inmobiliaria. Una gestión que le valió a Cisneros, antes de acceder a la presidencia, la insignia de oro y brillantes del club.

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Ya con Cisneros ocupando el sillón principal, parece surgir una oportunidad de obtener ayuda institucional para acometer obras en el estadio, con fundamento en elagravio comparativo surgido con la financiación otorgada por la DND al Atlético de Madrid para la construcción del estadio Manzanares (posteriormente, Vicente Calderón).

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Ese precedente, junto a los partidos internacionales conseguidos por Cisneros para el Sánchez-Pizjuán (amistoso contra Alemania en el que debutaría Lora y posterior encuentro oficial contra la URSS), fue esgrimido por el Presidente sevillista para obtener fondos con los que hacer una actuación de mejora en el estadio.

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Con la Junta Consultiva bética de los golpistas Cuesta Monereo y Luengo Muñoz moviéndose como pez en el agua en las cancillerías franquistas para remozar el campo de Heliópolis, las susceptibilidades en Nervión se desbordan, tras años de clamar en el desierto por un estadio inacabado y viendo como al vecino le hacen más caso que a ti. Pero el Sevilla se resiste a los regalos, pide préstamos, fórmulas financieras, nunca subvenciones ni donaciones encubiertas:

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                             “Si el club pudiera con la obra, no hubiéramos pedido auxilio a nadie …”

No quiero regalo alguno. Un préstamo. Que el Sevilla pueda adecentar su estadio y pagar con facilidades, Quiero un préstamo amortizable …”

Finalmente, la cacareada posible ayuda de la DND para el Sánchez-Pizjuán quedó en nada, porque las palabras de Cisneros no eran ningún brindis al sol, sino verdadera palabra de caballero:

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“La campaña de austeridad que queremos emprender no nos aconseja recibir los quince millones de pesetas, que es el préstamo de la DND, porque tendríamosluego obligaciones contraídas que no beneficiarían al club."

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miércoles, 17 de octubre de 2018

LAS OBRAS DEL SÁNCHEZ-PIZJUÁN (4ª PARTE)

Viene de aquí.

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Dejamos la última entrega con las obras del estadio muy cerca de culminar en su primera fase, para comenzar la disputa de partidos en él. Las contribuciones de los socios sevillistas, con multitud de nuevas altas gracias a la mayor capacidad del nuevo campo, estaban empezando a dar frutos también sobre las cuentas del proyecto, pero las desviaciones presupuestarias derivadas del cambio de cimentación provocaron peticiones de aplazamientos en las cuotas de amortización y la pelota de los intereses iba engordando a marchas forzadas.

Como consecuencia de ello, da inicio la diáspora de estrellas blancas para aliviar la carga financiera, con las salidas primeramente de Ramoní, Arsenio y Pepillo, que marcha al Real Madrid. En las temporadas siguientes, serán, entre otros, Agüero (también al Real Madrid), Szalay, Pereda, Paco Gallego y Oliveros (FC Barcelona), Canario (Zaragoza) o Ruiz Sosa (Atlético de Madrid) las grandes figuras que el Sevilla F.C. se verá obligado a traspasar para hacer frente a sus deudas, algo que no tenía precedentes en toda la historia del club, debilitándose en lo deportivo como nunca, hasta provocar una crisis de grandeza que ha durado hasta antes de ayer, como quien dice. No hay duda que, de no haber sido por el estadio, el palmarés sevillista no habría decaído como lo hizo, ni hubiera habido travesía del desierto. Como tampoco hay duda de que los recientes éxitos cosechados no han hecho sino devolver al club al lugar natural que se había forjado y que su propio estadio le arrebató cuando nadie podía siquiera toserle a sus alrededores. Mientras éste fue el precio que el Sevilla debió pagar por su estadio, otros muchos clubs con los que competía se sostenían gracias a las ayudas de los Ayuntamientos que pusieron a su disposición en inmejorables (o inexistentes) condiciones campos magníficos. La situación fue tan agónica que el club estuvo en varias ocasiones al borde de la liquidación, con las autoridades deportivas y políticas mirando hacia otro lado, mientras a su eterno rival le obsequiaban, por ejemplo, con el campo de Heliópolis por una copla.

En 1964, una operación milagro, consistente en la venta de terrenos aledaños al Gol Norte del estadio que eran propiedad del club, a la inmobiliaria Peninsular de Construcciones, supuso un alivio (pasajero y aparente) para las arcas sevillistas. Se acordó la transmisión de un total de 22.000 metros cuadrados del total de 86.000 metros cuadrados propiedad del Sevilla F.C. en la manzana del estadio. Un total de 46.600.000 pesetas fue el montante de la operación que, aunque no lo parezca, fue auténticamente leonina. De ellos, 10,5 millones, con el consenso de la junta de obligacionistas, se transferirían en su día a la sociedad adquirente de los terrenos, que reabsorbería las obligaciones en la mencionada cuantía, liberando a los obligacionistas tras percibir éstos su principal e intereses. Una cifra de 20 millones se satisfaría mediante la asunción por el comprador de otros pasivos a medio plazo de la entidad. Finalmente, la diferencia hasta la suma total de venta, unos 16 millones de pesetas, se destinarían a pagos urgentes de tesorería, principalmente, intereses y amortizaciones de obligaciones vencidas y compromisos de tipo fiscal. Es decir, de los 46.600.000 pesetas, únicamente 16.000.000 implicaban ingreso de tesorería en el club, aunque con las horas contadas. El resto, 30 millones, se percibían en especie. La operación resultó a la postre ruinosa, evitando el desastre absoluto una inteligente estrategia de Cisneros Palacios para deshacerla, revertir las prestaciones y volver a transmitir los mismos terrenos en mejores condiciones.

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La Asamblea de Obligacionistas en la que se aprobó dicha operación nos dejó detalles muy elocuentes de la angustiosa situación del club y los difíciles tiempos que se estaban viviendo. El Presidente Juan López Sánchez fue muy claro en su intervención:

“… la inversión que tan generosamente realizasteis, cuando suscribisteis las obligaciones que emitió el Sevilla C. de F. no fue estrictamente una inversión mercantil.

Vosotros no acudisteis a la emisión de obligaciones de una sociedad anónima, sino de una corporación deportiva que, gracias a vuestro esfuerzo, pudo realizar algo de tanta importancia, no ya para el Sevilla sino para Sevilla, como fue la construcción del estadio Ramón Sánchez Pizjuán, querido e inolvidable presidente de este club, a quien tengo que dedicar el emocionado recuerdo de tenerlo aquí, en vuestros corazones y en el mío, por presente.

Al realizar una inversión en una entidad deportiva corristeis los riesgos y os sometisteis a los avatares de una actividad que está condicionada por las veleidades de los fenómenos de masas. No creo hacer ningún descubrimiento importante si os digo que el futbol como espectáculo ha atravesado y está atravesando una crisis de suma gravedad.

De dicho fenómeno –que no es circunstancia local, sino que es algo con ámbito nacional, e incluso, si me apuráis, con trascendencia mundial, ha participado el club decano de nuestra capital.

Y esta crisis, que se produjo además en el momento en que, por razón de unos antecedentes brillantes, mayor era la euforia de los clubs y más denso, por tanto, el núcleo de sus compromisos, es, en definitiva, lo que ha impedido que se atiendan en los plazos previstos vuestras obligaciones, como hubiera sido nuestro deseo y el de las Juntas directivas que nos precedieron.

Cuando nos hicimos cargo de la presidencia del Sevilla, momento que coincidió con el más agudo de la crisis antes enunciada, nos encontramos con un pasivo que respondía a una proyección hacia el futuro totalmente irrealizable, porque el fútbol, como espectáculo, empezaban a ser un hecho histórico; nos encontramos también con el montaje de una organización que si era conveniente para empresa del fútbol como fenómeno de masas, no lo era, en cambio, para el fútbol de club, que es la realidad actual del fútbol.

Impusimos, por tanto, desde el primer momento, una política de recia e insoslayable austeridad, que ciertamente no nos ha hecho populares, y nos propusimos sanear la hacienda del club para pagar a los acreedores del mismo, y muy especialmente, a ustedes, que, aparte de ser privilegiados por la naturaleza de su crédito, tienen otro privilegio, ante nosotros no menos importante, que es el de la gratitud que el club os debe por haber contribuido y haber hecho posible la creación del estadio que Sevilla se merece.

A todas estas líneas de pensamiento y de conducta responde la operación que, en su momento, os expondrá don Francisco José García Martínez. En ella jugáis un papel primordialísimo, tan importante que, en definitiva, su realización va a depender de vosotros, pues, por respeto a vuestros créditos y por agradecimiento a vuestra conducta, no hemos querido ultimarla definitivamente hasta conocer vuestra opinión.

Y voy a terminar mi intervención, pero no sin deciros antes que tengo plena confianza en que vosotros, como sevillanos y como sevillistas, adoptaréis aquella decisión que más convenga a los intereses del Sevilla.

¡Viva el Sevilla!”

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La venta de los terrenos de Gol Norte no era la solución más fácil, había otra que hubiese sido la natural, pero que expresamente se descartó: un convenio de quita y espera, esto es, un expediente legal que hoy todos conocemos como concurso de acreedores. Pero eso de dejar tirados a tus acreedores por la misma cara abrazando una ley concursal queda sólo para los clubs sinvergüenzas que no tienen un mínimo de categoría y dignidad.

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“Se ha dicho o se ha escrito que el Sevilla tiene una solución distinta a su alcance, que es la de plantear un expediente de quita y espera. Esto supone no pagar a los acreedores o, al menos, no pagar totalmente. Por esta razón, el Sevilla no podía acceder a ello.”

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“… no se recurrió al mismo. Por eso y porque en el Sevilla todos fuimos o somos uno, fieles a la palabra empeñada y a la obra que inició aquel maestro de sevillistas que se llamó Ramón Sánchez-Pizjuán, genio fundacional de la obra del estadio.”

Pero si el sevillismo se las prometía felices con dicha venta, después de sobrevivir a duras penas a la asfixia financiera de la deuda de su estadio, allí estaba el Ayuntamiento de todos los sevillanos, ése que apenas un par de años atrás le había regalado Heliópolis al Real Betis Balompié, para darle la puntilla al club titular de la ciudad.

La decisión, auténtica puñalada a traición que hoy les ofrecemos en primicia, pues no tenemos constancia de nadie la hubiera contado antes, consistió nada más y nada menos que en recalificar 11.000 metros cuadrados de la explanada de Preferencia en la que hoy se encuentra el Centro Comercial Nervión Plaza. Sí, no nos hemos equivocado. No les estamos hablando de la operación realizada en tiempos de Luis Cuervas, sino de la tropelía urbanística que el Ayuntamiento sevillano le hizo al Sevilla F.C. en la década de los sesenta.

Efectivamente, todos los terrenos propiedad del Sevilla F.C. en Nervión gozaban al tiempo de iniciarse su construcción de la calificación urbanística de zona edificable. Repetimos, todos los terrenos de la manzana propiedad del Sevilla F.C. Sin embargo, el Ayuntamiento de la ciudad, mediante el Plan de Ordenación de 1963, justamente cuando la crisis del club sevillista era la mayor de toda su historia y estaba al borde de la desaparición, dispuso el cambio de esa calificación, convirtiendo lo que era terreno edificable en zona verde, concretamente, parque público de aparcamientos, arruinando su cotización y, con ello, cargando de lastre para largas décadas los grilletes que atenazaban la economía sevillista.

El Presidente sevillista Juan López Sánchez, en una entrevista informal con diversos medios de comunicación, confesaba lo siguiente:

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“… el Sevilla soporta aún un pasivo a corto plazo cuyas cargas financieras son muy elevadas y no pueden cubrirse con los ingresos normales del club …”

“… como contraste, la sociedad retiene un patrimonio en solares, cuya presumible revalorización no absorberá nunca dichas cargas financieras …”

“… el Sevilla ha de ir a la enajenación de esos solares…”

La operación de venta de los terrenos de Gol Norte con Peninsular de Construcciones se había realizado el año anterior, pero el Presidente sevillista insistía en que la solución, no definitiva, pero sí importante, de los problemas del club, pasaba por seguir vendiendo más terrenos circundantes del Ramón Sánchez-Pizjuán. Eso sí, siempre que se revisase la calificación urbanística del nuevo PGOU para que la naturaleza de los terrenos volviese a ser la que había sido, zona edificable. Las gestiones y conversaciones con la Alcaldía antes, durante y con posterioridad a la aprobación del PGOU y las buenas palabras que se encontraba siempre el máximo mandatario blanco le hacían albergar esperanzas. De hecho, López Sánchez, muy ingenuamente, llegó a hablar de la “presumible revalorización” de los solares, pero estaba profundamente equivocado.

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“Sí, estos solares –que tienen actualmente, como terrenos edificables, un gran valor- han sido considerados en principio por el Plan de Ordenación Urbana del sector como zona de aparcamiento. En definitiva, como terrenos no edificables.”

“… espero del Ayuntamiento de la ciudad … que resuelva rápidamente la situación de aquellos solares, básicos en el patrimonio del Sevilla, haciendo así posible la solución del problema económico del club.”

Lo que pasó finalmente lo sabemos todos. El Ayuntamiento confirmó el cambio de calificación de aquel suelo propiedad del Sevilla F.C., para hacerlo de peor condición, pasándolo de edificable a zona verde, y con ello, sepultando las esperanzas de recuperación económica de la entidad.

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                    “Los terrenos excedentes del Club decano han sido adscritos a zona verde”.

Decisión muy dolorosa, auténtica condena en vida para el club de Nervión, que se encargaron de imponer dos Alcaldes franquistas, Mariano Pérez de Ayala (que fue quien “regaló” Heliópolis al Betis) y José Hernández Díaz, reconocido aficionado bético y célebre Catedrático de Historia del Arte en nuestra ciudad. Y de este modo, con Benito Villamarín al timón, su “padrino”, Teniente Coronel Jefe de la Región Militar, Eduardo Sáenz de Buruaga en la sombra, y el concejal falangista Alfonso Jaramillo pululando por los pasillos del Consistorio, fue como se gestó, a finales de los cincuenta y primera mitad de los sesenta, el resurgir deportivo bético y el hundimiento sevillista.

La directiva nervionense, desesperada ante la hecatombe económica que acosaba al club, llegó a proponer incluso una solución de última instancia, a la vista de que el Ayuntamiento no estaba dispuesto a reconsiderar la calificación urbanística tan perjudicial otorgada ahora a aquellos solares. La idea planteada era un reconocimiento indirecto de aquellos derechos implícitos de la edificación que le habían sido despojados (auténtica expropiación sin justiprecio) al club, mediante una permuta consistente en la cesión al propio Ayuntamiento de una parte de los terrenos excedentes de la manzana del estadio para un uso público acorde a su nueva calificación como zona verde, a cambio de obtener del Consistorio, como compensación, otros terrenos edificables de su propiedad, como lo habían sido originalmente los del Sevilla F.C. Aquello, como se pueden imaginar, ante un Ayuntamiento que hacía oídos sordos a las demandas de socorro del club decano, tampoco pudo prosperar.

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De nada sirvieron las visitas al Gobernador Civil Utrera Molina, y al Alcalde Hernández Díaz, ambos reconocidísimos béticos. Mucha cortesía, mucha palabrería estilosa, palmaditas en la espalda, pero cero implicación práctica con el Sevilla F.C.

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Y es así como, al igual que el Ayuntamiento sevillano se propuso en diversas ocasiones levantar de la ruina al Real Betis Balompié sosteniéndolo y resucitándolo a base de enchufarle subvenciones, alquileres ridículos y la propia “venta” del Villamarín a precio de chiste (auténtica donación), por no hablar nuevamente del tocomocho de Villa Heliópolis, ese mismo Ayuntamiento se encargó de arruinar al Sevilla F.C., privándolo de derechos adquiridos (la calificación edificable de sus terrenos y su correspondiente valor) y cercenando cualquier posibilidad de recuperación económica y, por ende, deportiva de la sociedad. No lo decimos nosotros, lo dijo el Presidente sevillista Eugenio Montes Cabeza, cuando se iniciaba la aventura de una nueva hazaña, la terminación del estadio, con palabras agudas y a la par, elegantes:

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“… por un acto administrativo, promovido en su día por el Ayuntamiento, el club vió sensiblemente mermada su limitación de dominio sobre gran parte de su patrimonio. Fue cuando once mil metros cuadrados de terrenos de su propiedad, colindantes con el estadio, fueron considerados como ‘zona verde’. Si ello no hubiera ocurrido así, el club dispondría ahora de los medios suficientes para terminar su estadio y convertirse al mismo tiempo en uno de los clubs más poderosos de España.

… el Sevilla pide que, con él, se siga el mismo criterio que el Ayuntamiento tuvo para con otro club de Sevilla, al que le dio un campo en condiciones ventajosísismas. No critico aquella medida … pues considero que, por lo que económicamente representa para la vida de una ciudad, siempre está justificado el apoyo que se le preste al fútbol, pero pedimos el mismo trato de favor”.

No hablamos, por tanto, de que no se le concediera al Sevilla un “conejo sacado de la chistera municipal” como hizo en varias e importantes ocasiones con el Betis, sino de que el Ayuntamiento arrebató al club algo que era suyo de antemano, el valor implícito de aquellos terrenos derivado de su edificabilidad. Desde esta perspectiva, parece evidente que la posterior recalificación de 1987 de Luis Cuervas y Manuel del Valle no fue sino la reparación de un daño histórico, la devolución de las cosas a su estado primitivo, el reconocimiento de aquel suelo como lo que había sido, edificable antes que verde, y no la concesión de ningún favor ni prebenda injustificada al Sevilla F.C. Simplemente se le devolvió al Sevilla lo que era suyo y el Ayuntamiento de su propia ciudad le había usurpado 25 años atrás. Invocar esta recalificación como agravio comparativo con el Real Betis Balompié o como compensación en sevillista por los descomunales favores municipales históricamente concedidos al club de la Palmera, además de ignorante e infundado, es simple y llanamente, de una desvergüenza sin límites.

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domingo, 14 de octubre de 2018

LAS OBRAS DEL SÁNCHEZ-PIZJUAN (3ª PARTE)

Viene de aquí.

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La asamblea de socios celebrada el 8 de agosto de 1956 conoció de primera mano los planes para la financiación de las obras del nuevo estadio.

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Respecto a lo que supuso la emisión de obligaciones hipotecarias y la naturaleza jurídica de éstas como instrumentos financieros de crédito para el destinatario de las aportaciones y de ahorro para los aportantes (es decir, sujetos a la oportuna devolución con los intereses correspondientes), nos remitimos a lo ya expuesto en nuestro post “Con mucho gusto, para eso estamos”.

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El fútbol de élite como fenómeno de masas sólo tenía un nombre propio, no ya en la ciudad, sino en toda Andalucía y Extremadura, y ése era el del Sevilla Fútbol Club, lo que nos da una idea del gigantismo sevillista:

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“Se anuncia la llegada de numerosos trenes especiales de toda Andalucía y de caravanas de aficionados de la región, Extremadura, Gibraltar, Ceuta y Tánger. Si hacemos excepción de la Feria de Abril, no hay acontecimiento de ninguna otra clase que acredite más el capitanazgo andaluz hispalense que estas ocasiones deportivas que el Sevilla le está proporcionando hace bastantes temporadas, año a año”.

“Viene esto a demostrar la rotunda necesidad de llevar a buen fin y a toda velocidad el nuevo estadio …”

“No hay ninguna otra obra privada de los tiempos que pueda acercarse ni por asomo a esta obra ingente que va a ser el nuevo campo sevillista.”

Pasamos de puntillas sobre el fallecimiento de Sánchez-Pizjuán en octubre de 1956 y la colocación de la primera piedra del estadio en diciembre de ese mismo año, puesto que existe mucha literatura al respecto, interesándonos más por las vicisitudes económico-financieras de la construcción.

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Para empezar, dos importantísimas. Hubo que adquirir 23.000 metros cuadrados adicionales de terrenos para poder desarrollar la construcción, con el consiguiente estipendio.

Pero sobre todo, hubo de variarse todo el proyecto de cimentación, debido a la inestabilidad del suelo, e invertir con altísimo coste una importantísima partida en pilares subterráneos, que acabarían elevando el presupuesto al doble de lo inicialmente previsto.

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Como se puede ver, se había dado inicio a la campaña de suscripción de las obligaciones hipotecarias, alcanzando una cobertura en la primera semana de funcionamiento de aproximadamente el 20% del total, gracias a las aportaciones de directivos, socios y peñistas sevillistas. Hablamos de nada más y nada menos que 10.000.000 pesetas para colaborar en la tarea (no olvidemos nunca, para contextualizar las cifras de la época, que el Ayuntamiento “regaló” al Betis Heliópolis –suelo y vuelo- en 1961 por 14 millones, cuando su valor superaba holgadamente los 40, y que los arbitrios supuestamente exonerados al Sevilla no llegaban a 1,5 millones).

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“… solamente la Junta directiva blanca, o sea, sus miembros, cubren aproximadamente un diez por ciento de los cincuenta millones, mientras que las peñas sevillistas es muy posible que alcancen otro porcentaje análogo”.

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En el mes de julio, una entrevista a Ramón de Carranza, Marqués de Soto Hermoso, que se presentaba como candidato a la presidencia del club, nos ofrece la oportunidad de conocer de primera mano cómo iba la financiación del proyecto mediante la suscripción de las obligaciones hipotecarias:

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Garantizada desde un principio …”

“… la confianza que inspira su hacienda.”

Recalca Carranza los factores determinantes para que la banca diese su apoyo financiero a la ejecución del estadio: la hacienda, el patrimonio del que ya era propietario el Sevilla Fútbol Club, es decir, sus bienes, dotaban a la entidad de la solvencia imprescindible para lograr crédito profesional.

Y es que si hay que insistir en demostrarlo, lo haremos, para que quede todo bien clarito, pues incluso los contemporáneos de aquel trascendental momento comprendían cómo el rumbo de la nave sevillista podía cambiar de sino a causa de la tremenda carga a soportar por mor de este proyecto y el inesperado fallecimiento de su carismático artífice:

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“El Sevilla atraviesa una transición fundamental en su historia: construcción de un gran estadio, sin la menor ayuda, y desaparición de un hombre que ‘per se’ llenó la historia moderna de la sociedad que lleva el nombre de la ciudad”.

En septiembre de 1957 se celebró un acto simbólico de siembra del césped, muestra del avance de las obras, mientras el equipo disputaba en estas fechas, con gran éxito, sus primeras eliminatorias de competición europea, en la máxima competición existente, la Copa de Europa.

Empiezan a barruntarse posibles fechas de inauguración, que nada tienen que ver con la patraña que desde la acera verdiblanca se tienen montada con que el Sevilla inauguró el campo con el Jaén para que el primer partido que se disputase en el mismo no fuese contra el Betis. La idea era haber disputado el primer encuentro la temporada anterior, nada más y nada menos, que la vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa frente al Real Madrid:

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Como puede comprobarse, seguían recabándose aportaciones entre el sevillismo, incrementaba su nómina de socios, se giraban cuotas extraordinarias y se mantenía a buen ritmo la propia suscripción de obligaciones, más nuevas aportaciones voluntarias de sevillistas a través de otras instituciones a las que pertenecían como socios o abonados, tales como casinos e incluso la empresa regidora de los festejos taurinos de la Maestranza, en virtud de convenios suscritos con los mismos.

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Al margen de reflejar nuevamente el terrible sobreprecio que supuso la cimentación del estadio (nótese al arquitecto extenderse sobre ello), merece la pena volver a recalcar lo que estaba suponiendo el proyecto:

“Cuantos asistieron a la visita quedaron sumamente impresionados ante la velocidad con que se han producido las obras, la magnitud de las mismas y la impresionante suma de millones invertida por el Sevilla.“

“En cuanto al alcance de las palabras del Marqués de Soto-Hermoso, tenemos entendido que la junta directiva sevillista está estudiando diversas fórmulas para que los abonados y socios del club decano puedan contribuir, ahora fácilmente, a la fase final de las obras.”

Aquello se tradujo en la creación de la Comisión Pro-Campo y la llamada “Operación Diez Millones”:

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