Nos gusta cómo escribe don Antonio Burgos algunas cosas, sobre todo cuando no comete esos
errores sobre la historia de los clubes sevillanos tan agudos y tan pronunciados, que más que errores históricos, parecen histéricos, como diría un buen amigo mío.
Sus escritos rezuman esa
verditud de la que nos habla en su artículo, no obstante la propaganda de la
verditud casi siempre estuvo en manos de los voceros sevillanos de ilustre pluma, (entiéndase la de escribir), que nos hicieron creer -a base de escritura del tocomocho- en la víctima
ora azul,
ora verde, contribuyendo con ello al timo a la inteligencia humana que supone la versión de la historia bética, que algunos nos han querido imponer desde siempre.
Maese Burgos nos cuenta lo siguiente:
(...)Tras el llamado derbi (palabra que me suena a carreras de caballos en Pineda más que a fútbol), no me sorprende que los Murciano me escriban para cuestiones de la pelota desde la orilla del Sevilla F.C. En los fastos de la celebración del centenario del Sevilla he echado en falta la publicación de una antología literaria de autores blanquillos. ¿Es que toda la literatura es bética? ¿Es que no ha habido poetas, novelistas, ensayistas de sevillista confesión? ¿No hubo una Delantera Stuka de poetas sevillistas? Sí, ya sé, lo del Betis es duro. Empezando por García Lorca e Ignacio Sánchez Mejías, que fue presidente del Betis. Lo del Muy Literario Betis es único. El único club del mundo al que un toro le mató a un presidente. Y por si eso fuera poco, el único a cuyo presidente muerto por un toro en una plaza le escribió García Lorca la mejor elegía en lengua castellana. En el centenario bético deberían publicar esa antología literaria que faltó en el sevillista, encabezada por el «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» y seguida por los clásicos textos de Romero Murube, Santiago Montoto, Gil Gómez Bajuelo, Antonio Hernández y toda la verdulería literaria.
Sería la Antología de la Verditud. ¿Existe la palabra Verditud? Si no existe, debe existir. La usé para dar las gracias «desde la verditud» a los Murciano. ¿No creó Léopold Sédar Senghor el concepto de la Negritud, aunque ahora haya pasado a ser políticamente incorrecto, con tanto subsahariano para arriba y subsahariano para abajo? Cuando Antonio Hernández escribió su Biblia del beticismo, también miró para África: lo de «La marcha verde» de su título era bulla marroquí pura, de los tensos días de la descolonización española del Sahara (que pasó a algo peor, a colonia del medieval Reino alauita). Si lo bético es un sentimiento, una fe, una cultura, una civilización, acuñemos, pues, la voz Verditud.
Y su contraria, que estamos en Sevilla y sin oposición barroca de duales no hay existencia posible en el mundo de las ideas. Si al Betis lo anima la Verditud, al Sevilla lo alienta la Blanquitud. Blanquitud que se está quitando de encima todos los tópicos que dicen sus militantes que acuñó Gil Gómez Bajuelo, que era de la Verditud. Culpan a Gómez Bajuelo, cronista deportivo de ABC con el seudónimo de Discóbolo y presidente del Betis, de la creación del falso tópico del «equipo del pueblo» para su club y de la engañosa idea del «club de los señores» para sus adversarios de la Blanquitud. La sociología reciente está revisando ese tópico, en lo que he llamado el trasvase de señas de identidad. Y hasta de colores. ¿Qué le cuadra más al Sevilla? ¿La Blanquitud o más bien la Rojitud? De sus dos colores, ¿no se reclama ya más del rojo que del blanco en su pujante simbología victoriosa?
Sea como fuere, ahí están las dos palabras, que brindo sin trincar, que decía El Beni, a los cronistas deportivos de la centenaria ciudad de la Verditud, de la Ciudad de una triunfal Blanquitud a la que en el liderezgo de Primera parece que le gusta más la Rojitud(...)
Pues no, señor Burgos, García Lorca no fue bético, aunque parezca que lo diga, ni
Ignacio Sánchez Mejías tampoco, eso sí, fue presidente del Betis, rara dicotomía.
Hay mucho bulo -como no- con esto de que Sánchez Mejías fue el mecenas de la Generación del 27. Tuvo mucho más que ver
Manuel Blasco Garzón, presidente sevillista, con la afamada generación.
Sánchez Mejías se limitó a invitar a su cortijo a algunos escritores y poetas de la misma a una fiesta de las que se organizaban en aquella época en Sevilla tras el famoso “Homenaje a Góngora”, verdaderamente organizado por
Don José María Romero Martínez, vocal encargado en el Ateneo de estos asuntos, cuya presidencia ostentaba el mismo
Blasco Garzón que apoyó la iniciativa que daría nombre a tan insignes escritores y poetas del 27.
José María Romero Martínez fue fusilado por los fascistas junto a
Puelles de los Santos, médico y presidente de la diputación sevillana, ambos
republicanos y sevillistas hasta el tuétano.
Como puede ver, señor Burgos, la antología literaria a la que se refiere, está mas alejada de la
verditud que de la
blanquitud...
...o
rojitud.
Claro, es que visto esto, (aquí si puede tener razón, aunque no tenía ni idea), puede parecer
rojitud en vez
blanquitud, pero nuestra
rojitud, (la de Blasco Garzón, Puelles, Romero, Sánchez Pizjuán, etc) era y es sevillista, no se equivoque maese Burgos, porque de todo hubo en la viña del Señor, incluso más de todo en la
verditud, porque ya sabe que todos somos iguales, aunque algunos sean más iguales que otros.
No le extrañe que cada día que pase y se investigue más, la
rojitud alcance el lugar que le corresponde en la historia de los clubes sevillanos, no hubo nunca ni hay ese trasvase de indentidad del que habla, ustedes metieron la cabeza bajo tierra -como las avestruces- para no ver la
rojitud sevillista.